En los últimos años la actividad de desobediencia civil de organizaciones de activismo climático como Rebelión o Extinción (XR) o Futuro Vegetal ha ido en aumento, siendo el bloqueo de carreteras una de las actividades que más atención suscita. Junto con el interés por la emergencia climática, la insatisfacción entre aquellos que consideran que este método de protesta está mal enfocado, ha ido en aumento. Pero esta división en la opinión pública no disuadió a lxs miembrxs de XR Berlín a la hora de bloquear uno de los cruces con más tráfico de la ciudad el pasado 17 de septiembre. ¿El objetivo? Reclamar las calles para la gente.
Con una gran pancarta en la que se leía “Bienvenidxs a la Rebelión”, cerca de 350 activistas mostraron cómo se podrían ver las calles si no estuviesen dominadas por el tráfico; disfrutar música, compartir comida, tocar tambores, flautas, el piano (sí, llevaron un piano), sentarse en sofás y cómodas butacas, jugar al ajedrez, a la pelota, al ping-pong, al bádminton, a la peonza, bailar, pasar el rato en el rincón de lectura, o simplemente encontrarse y charlar con gente, son solo algunas de las actividades que tuvieron lugar en el cruce de Schlesisches Tor – normalmente ensordecedor por el tráfico y apestoso a humos de escape – durante cuatro horas. Aquellxs que hacían cola para el famoso Burgermeister (maestro hamburguesero) cercano no fueron lxs únicxs en participar – fueron muchxs lxs transeúntes que no pudieron resistirse al ambiente festivo y se unieron a la celebración callejera, antes de que ésta fuese disuelta por la policía.
Pero este método de protesta es ilegal – ¿no podrían encontrar una forma menos disruptiva?
Resulta que, en este caso, la disrupción es el objetivo. Las protestas climáticas legales juegan un rol fundamental dentro del movimiento climático, puesto que legitimizan el movimiento poniendo en evidencia su gran apoyo popular, movilizando a cientos de miles de personas. Pero llevan sucediendo por décadas, todavía sin suscitar los pasos necesarios hacia la sostenibilidad. Así que no parece que vayan a funcionar, o al menos no por si solas. Mientras los líderes políticos sigan poniendo en riesgo nuestra salud y futuro, no afrontando la crisis climática, la necesidad de exigir justicia climática por todos los medios posibles prevalece. Quejarse de las molestias que este tipo de exigencia puede causar, es estar más comprometido con el orden por el orden mismo que con la justicia, lo cual, dado que el orden establecido está encaminado al colapso medioambiental, no parece una estrategia inteligente. Al fin y al cabo, nadie se quejaría de la molestia causada por una alarma de incendios que hace demasiado ruido, si nos está alertando de una emergencia de incendio inminente – debemos admitir que, a veces, una pequeña inconveniencia puede salvar vidas. Bloquear el tráfico atrae atención mediática. En grandes cantidades. Lo cual hace que sea una forma muy efectiva de hacer que suene la alarma.
¿Y si pasa una ambulancia, un camión de bomberos, u otro vehículo de emergencia?
Las protestas climáticas están organizadas de modo que siempre haya rutas alternativas, y, en su defecto, que lxs activistas puedan retirarse en caso de emergencia. Es decir, el tráfico nunca queda completamente bloqueado, sino que, al cortar una calle, se puede generar más tráfico de lo normal, pero siempre pudiéndose tomar otro camino, puesto que así está planificada la protesta.
Ahora bien, en ciudades como Berlín (o Madrid, o París, o Londres, o cualquier gran urbe), hay altos niveles de tráfico, en cantidades que “bloquean” carreteras, a diario. Esto supone retrasos para vehículos de emergencia a diario, y nadie clama al cielo por la mala planificación de la movilidad urbana que genera estos retrasos. Si nos preocupa la falta de accesibilidad de vehículos salvavidas, y nos debería preocupar, ¿por qué no comenzamos por exigir que se introduzcan líneas de transporte público en los recorridos de atascos frecuentes, para que se reduzca el tráfico y la circulación de los vehículos que sí importan sea más fluida? Eso mismo se preguntarán lxs activistas…
Pero, ¿por qué carreteras? ¿Por qué no limitar las protestas a las puertas de edificios gubernamentales o plantas petroleras?
El activismo debe estar donde se encuentre la injusticia, y no hay mayor ejemplo de injusticia climática estructural que el hecho de que el espacio urbano esté diseñado para la conveniencia de los vehículos, en vez de para la salud y el bienestar de aquellxs que lo habitan. Aquellxs de nosotrxs que vivimos en ciudades estamos tan acostumbradxs a que el tráfico domine nuestras vidas diarias, incluso si el coche no es nuestro medio de transporte que rara vez nos planteamos cómo podríamos usar las calles sin ellos. Así que no nos viene mal un recordatorio de que hay mejores alternativas para nuestras ciudades de vez en cuando.
Quizás deberíamos estar agradecidxs de que, según la concienciación climática aumenta, también lo hace la participación en el activismo. Y sí, en ocasiones es inconveniente, interrumpe nuestras vidas diarias, nos hace pensar en cuestiones ante las que preferiríamos cerrar los ojos. Lxs berlinesxs tuvieron la ocasión de probarlo aquel sábado; conductorxs de coches tuvieron que tomar otro camino, lo cual seguramente supuso una pérdida de tiempo, pero muchxs peatones pudieron unirse a la rebelión y celebrar que las calles eran suyas por un día.